[Spanish] La reliquia de la preciosísima Sangre de Cristo en Mantua

La basílica concatedral de San Andrés apóstol en Mantua

La basíli­ca con­ca­te­dral de San Andrés apó­stol en Mantua tie­ne el pri­vi­le­gio de con­se­rvar como reli­qu­ia la Preciosísima Sangre de Cristo. No es de extra­ñar el hecho de que, debi­do a su signi­fi­ca­do reli­gio­so, la con­ca­te­dral siem­pre ha esta­do uni­da a la histo­ria y ha sido el cen­tro de la vida de la ciu­dad. Los histo­ria­do­res afir­man que, en el lugar don­de actu­al­men­te se encu­en­tra el tem­plo proy­ec­ta­do por León Bautista Alberti, en este mismo lugar exi­stie­ron dos igle­sias edi­fi­ca­das en dos momen­tos distin­tos y ambas dedi­ca­das a San Andrés. No resul­ta fácil fijar la fecha de edi­fi­ca­ción de la pri­me­ra de ellas. Algunos histo­ria­do­res, pien­san que fue en el perio­do sigu­ien­te al pri­mer descu­bri­mien­to de la reli­qu­ia. Otros, por el con­tra­rio, con­si­de­ran que esta igle­sia fue edi­fi­ca­da en tiem­pos del empe­ra­dor Carlomagno y no en el momen­to en que lle­gó la reliquia.

El cul­to a la reli­qu­ia de la Preciosísima Sangre de Cristo se apoya en dos „descu­bri­mien­tos” que tuvie­ron lugar en los años 804 y 1048. El pri­me­ro de ellos lo cono­ce­mos a tra­vés de „Los ana­les del Reino de Francia” que fueron escri­tos por Eginard, cor­te­sa­no y bió­gra­fo del empe­ra­dor Carlomagno. El segun­do „descu­bri­mien­to” se con­se­rva escri­to en dos fuen­tes medie­va­les: „Acerca del descu­bri­mien­to de la Sangre de Cristo”, escri­to en Mantua por un autor desco­no­ci­do en la segun­da mitad del siglo XI y un segun­do docu­men­to lla­ma­do „Crónicas” que fue escri­to por un mon­je sueco lla­ma­do Herman di Reichenau. De estas fuen­tes y de algu­nos datos histó­ri­cos y cró­ni­cas pro­ce­de la tra­di­ción que sitúa a San Longinos en Mantua.

Historia y tradición

San Longinos fue un soldado romano. En el Calvario, con su propia lanza atravesó el costado de Cristo del que (tal y como se lee en la sagrada escritura) al instante brotaron agua y sangre. Después de su conversión llevó a Mantua tierra del monte Calvario impregnada con la misma sangre de Cristo así como la esponja empapada en vinagre de la que bebió Jesucristo clavado en la Cruz. Temeroso de una posible profanación de tan valiosa reliquia, San Longinos escondió esta reliquia de la pasión del Señor en un pequeño cofre de plomo y lo enterró en el lugar donde hoy se levanta la basílica. Este lugar, en aquél tiempo se encontraba alejado, fuera de los muros de la ciudad. Poco tiempo después San Longino murió mártir y fue enterrado cerca de las reliquias que hasta aquí él mismo había traído.

Con oca­sión de los tor­men­to­sos suce­sos per­pe­tra­dos por el Imperio Romano de Occidente, se per­die­ron todas las huel­las de las reli­qu­ias hasta tiem­pos del empe­ra­dor Carlomagno. En el ano 804 fueron encon­tra­das de nuevo. Según cuen­ta la tra­di­ción, el apó­stol San Andrés se apa­re­ció en sueños a un fiel cri­stia­no y le seña­ló el lugar en el que se encon­tra­ban escon­di­das las reli­qu­ias. Invitado por Carlomagno, el Papa León III estu­vo en Mantua y auten­ti­fi­có las reli­qu­ias como ver­da­de­ras. En ese momen­to se reali­zó el pri­mer reli­ca­rio don­de con­se­rvar tan pre­cia­do teso­ro de la Pasión de Nuestro Señor. Una pequ­eña par­te del cráneo de San Longinos fue lle­va­da a la capil­la real de Carlomagno en París.

En el año 924, ante el peli­gro de inva­sión de los hún­ga­ros, las reli­qu­ias fueron nueva­men­te escon­di­das. Fueron encon­tra­das por segun­da vez en el ano 1048. En esta oca­sión San Andrés apó­stol se apa­re­ció a un invi­den­te lla­ma­do el beato Adalberto que había sido sirvien­te en la cono­ci­da fami­lia ita­lia­na de los Canossa. Gracias al beato Alberto se encon­tra­ron al mismo tiem­po el cuer­po de San Longinos y una urna de már­mol que con­te­nía a su vez el cofre de plo­mo con la Preciosísima Sangre de Cristo.

En el año 1053 lle­gó a Mantua el Papa León IX para hon­rar tan valio­sas reli­qu­ias. Después de la solem­ne cele­bra­ción euca­rísti­ca, el Papa, auten­ti­fi­có la vera­ci­dad de las cita­das reli­qu­ias e inten­tó lle­vár­se­las a Roma. Fue tan gran­de la opo­si­ción del pueblo y de la jera­rqu­ía que obli­gó al Papa a huir y refu­giar­se en el cer­ca­no mona­ste­rio bene­dic­ti­no de Polirón.
Fue más o menos en este tiem­po (a media­dos del siglo XI) cuan­do se con­struyó el nuevo tem­plo, más gran­de que el ante­rior y dota­do de una crip­ta sub­ter­ránea don­de se colo­có la san­ta reliquia.

En el año 1472 fue colo­ca­da la pri­me­ra pie­dra del tem­plo actu­al „con el fin de tener más espa­cio para que los fie­les pudie­ran con­tem­plar y ado­rar la reli­qu­ia” tal y como era el deseo del arqu­itec­to que así lo mani­fe­stó al pre­sen­tar su proy­ec­to. Una de las capil­las late­ra­les de este nuevo tem­plo está dedi­ca­da a San Longinos. En los late­ra­les del altar prin­ci­pal se encu­en­tran dos sar­có­fa­gos: uno de ellos con­tie­ne los huesos de San Longinos y el otro los de San Gregorio Nazianceno. Los fre­scos de esta capil­la muestran esce­nas rela­ti­vas a la cru­ci­fi­xión del Señor con Longinos arro­dil­la­do y reco­gien­do la Preciosísima Sangre y un segun­do epi­so­dio rela­ti­vo al segun­do descu­bri­mien­to de la reliquia.
La reli­qu­ia y su relicario

La reli­qu­ia fue colo­ca­da en un reli­ca­rio del siglo XVIII que fue reali­za­do por Giovanni Bellezza. Este reli­ca­rio que con­tie­ne la Preciosísima Sangre sólo puede ser con­tem­pla­do por los fie­les en el día de Viernes Santo. El resto del año está guar­da­do en una urna cer­ra­da de már­mol. Hasta el día de hoy se ha con­se­rva­do una muy pequ­eña par­te de la reli­qu­ia ori­gi­nal. En el ano 1848 fue pro­fa­na­da por sol­da­dos inva­so­res austria­cos; se per­dió para siem­pre la espon­ja empa­pa­da en vina­gre de la que bebió Jesucristo cla­va­do en la Cruz y una gran par­te de la Sangre. También en aqu­el momen­to, y a con­se­cu­en­cia de tan des­gra­cia­dos y lamen­ta­bles suce­sos fue destru­ida la pri­me­ra urna que con­se­rva­ra tan pre­cia­da reliquia.

La Basílica de San Andrés de Mantua: importante centro de peregrinación

A lo lar­go de los siglos la Basílica de San Andrés de Mantua, que custo­dia la Reliquia de la Preciosísima Sangre de Cristo, se ha conver­ti­do cada vez más en un impor­tan­te cen­tro de pere­gri­na­ción no sólo ita­lia­no ni tan siqu­ie­ra euro­peo. Es un san­tu­ario de gran impor­tan­cia a nivel mun­dial. El pro­ce­so de con­struc­ción ha sido muy dila­ta­do a lo lar­go de los siglos, aña­di­én­do­se y modi­fi­cán­do­se lo exi­sten­te. Baste citar como ejem­plo de todo esto, que, por ejem­plo, a imi­ta­ción de las roton­das de Jerusalén, a comien­zos del siglo XII se eri­gie­ron 4 pequ­eñas capil­las cir­cu­la­res. Actualmente sólo con­se­rva­mos una de ellas que está dedi­ca­da al már­tir San Lorenzo.
El cul­to a la reli­qu­ia de la Preciosísima Sangre de Cristo

El cul­to a la reli­qu­ia de la Preciosísima Sangre de Cristo fue rati­fi­ca­do por el Papa León IX en el año 1053 duran­te la cele­bra­ción de la solem­ni­dad de la Ascensión del Señor al cie­lo. El Papa con­ce­dió en aqu­el momen­to el pri­vi­le­gio de la indul­gen­cia ple­na­ria a todos los que pere­gri­na­ran al cita­do lugar. Por su par­te, la ciu­dad de Mantua, siem­pre se ha enor­gul­le­ci­do de pose­er tan pre­cia­da reli­qu­ia hasta el pun­to de haber­se conver­ti­do en sím­bo­lo de la misma. En el siglo XV, Francisco Gonzaga, pri­mer marqu­és de Mantua, man­dó acu­ñar una mone­da en la que pidió que se estam­pa­ra la sigu­ien­te inscrip­ción: „Mantua, enal­te­ci­da por la Preciosísima Sangre”.

Directamente rela­cio­na­dos con este cul­to, adscri­tos a la basíli­ca exi­ste la “Orden de los Caballeros del Salvador”, que fueron fun­da­dos en el año 1608 por el Príncipe Vicente de Mantua, „para honor y ala­ban­za de la Preciosísima Sangre”. Sin embar­go ya con ante­rio­ri­dad exi­stió en la basíli­ca la lla­ma­da “Compañía de la Preciosísima Sangre”, cuy­os comien­zos hay que situ­ar­los en el ano 1459. A ella per­te­ne­cían hom­bres de la noble­za, que esta­ban obli­ga­dos a man­te­ner encen­di­das lám­pa­ras de ace­ite ante la san­ta reli­qu­ia. Otros miem­bros de la misma Compañía se entre­ga­ban a obras de mise­ri­cor­dia. Todos los días tenían la obli­ga­ción de rezar anti­gu­as ora­cio­nes jun­tos en la basílica.

Un últi­mo detal­le muy impor­tan­te acer­ca del cul­to a esta reli­qu­ia es que ya des­de el leja­no siglo XII, el día 12 de marzo, por pri­vi­le­gio con­ce­di­do por la Santa Sede, se cele­bra la Santa Misa y el Oficio de Lecturas de la Preciosísima Sangre de Cristo.
Una de las par­tes de esta reli­qu­ia se encu­en­tra, des­de el año 1998 en manos de los Misioneros de la Sangre de Cristo en la ciu­dad de Czestochowa (Polonia)

Comments:0

Witryna wykorzystuje Akismet, aby ograniczyć spam. Dowiedz się więcej jak przetwarzane są dane komentarzy.